sábado, 2 de noviembre de 2013

Buen día para comenzar

  Ayer se acumulaban coches en los alrededores de los cementerios dando a pariencia de curiosa feria alrededor de los mismos. Pensaba yo que los camposantos de ahora ya no son como los de antes. A semejanza de las viviendas, las moradas de los difuntos ya no se asientan sobre el suelo sino que buscan la verticalidad para aprovechar mejor el espacio.

 Se alejan del suelo y se alejan del proceso  de reciclaje de sus cuerpos en la tierra. Ya no crían malvas. Otras flores de efímera belleza, algunas de plástico, cumplen la misión que se le impide a la flor silvestre que tan lúgubre asociación con la muerte han sufrido.

 Recuerdo ahora el cementerio de la lluviosa Bogotá. Allí sí brotaba el verde de la hierba desde la tierra que guardaba los retos de los que ya no están. Allí no hay otoño, ni primavera, ni verano, ni invierno. O, visto de otra ,manera, cada día se suceden las estaciones a lo largo de las horas. No hay días largos ni cortos, en una monotonía casi perpetua de optimismo. Allí cada día aparecen nuevos brotes verdes en las plantas y en la esperanza de los que no saben qué esperar.

 Aquí el pesimismo de un otoño boreal que también parece haberse alargado indefinidamente va dejando caer hojas de vida, sin esperanza alguna de que brote un nuevo verdor. Será que nos falta la luz; la luz que nos guíe. La luz del brocal del pozo.

 En el otoño de la vida, uno ve cómo de su mente brotan ideas que, como los árboles aprovechando el leve calor de estos días otoñales, dejan tímidamente asomar algunos audaces brotes verdes que sortearán el rigor invernal.

 Hoy es un buen día para comenzar..